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Las condiciones óptimas para alcanzar la concentración y un alto rendimiento intelectual

 

Actitud Positiva

Te proponemos una revolución en tu manera de experimentar el aprendizaje. Por eso, necesitamos que suspendas cualquier prejuicio que tengas respecto a las posibilidades de expandir tus habilidades intelectuales. Considera que para crecer en el siglo XXI, tendrás que hacer muchas cosas de una manera diferente a la que estás acostumbrado. Después de tantos experimentos hechos en diferentes campos de la actividad humana, ya nadie puede discutir que la actitud positiva es la conducta básica, el principio rector de todos los logros. Al comenzar una tarea, de cualquier naturaleza, el resultado final depende de nuestra actitud.

 

Si nos decimos "no puedo", es muy probable que no podamos. Si nos decimos "lo haré", tarde o temprano terminaremos haciéndolo. Si uno tiene una y otra vez estos pensamientos: "no puedo concentrarme", "no puedo leer más rápido", "no sé dibujar", "no me animo a hablar ante un público", etc., lo que está es afirmando que no puede hacer algo. Si a ti te ocurre esto, recuerda que creer en las limitaciones crea las limitaciones. Si queremos hacer cambios en nuestra vida, por el contrario, es muy importante creer en las capacidades de nuestro cerebro. Esas capacidades las podemos descubrir y desarrollar a través de las técnicas que se encuentran en este portal.

 

Si realmente somos flojos en alguna habilidad, la forma correcta de enunciarlo puede ser: "todavía me falta cultivar la habilidad mental X". Debes pensar que la única barrera para la expresión y aplicación de todas las facultades mentales es el desconocimiento de cuál es la forma de acceder a ellas, y el resto es el tiempo que le puedas dedicar al aprendizaje.

 

Por otro lado, la experiencia indica que cuando algo nos resulta especialmente difícil, debemos persistir, y cuando superamos la dificultad, llegamos más lejos que quienes no necesitaron aplicarse tanto.

 

Cuanto más cuesta algo al principio, más lejos se podrá llegar.

 

¿Recuerdas quién fue el mejor orador de la Grecia antigua? Se llamaba Demóstenes. (Si no lo sabía, con el dato que daremos a continuación no lo olvidará nunca).

 

De chico, Demóstenes tenía un pequeño inconveniente (quizá más grande que cualquiera de los que podamos tener nosotros ahora). Pero él quería ser orador, y entonces se propuso ser el mejor orador. Una vez que logró superar su discapacidad inicial, para mejorar su dicción, se entrenaba hablando con piedras en la boca.

 

No fue el mejor orador porque le resultaba fácil hablar en público, sino todo lo contrario; porque empezó con todas las desventajas: era tartamudo.

 

Acepta el aprendizaje intensivo como un nuevo proyecto en tu vida

 

Para comenzar un proyecto que valga la pena, se necesitan tres cosas:

 

  1. Motivación. Si una persona entiende que necesita algo, tendrá motivos para actuar.

  2. Actitud Positiva. Si una persona cree que puede ser capaz de llevar algo adelante, termine lográndolo.

  3. Herramientas Adecuadas. Tanto la motivación como la actitud positiva, no se alcanzan por sí solas, ambas son condiciones necesarias pero no suficientes, además se necesitan instrumentos concretos para desarrollar nuevas habilidades. Por ello, en esta obra le proponemos esos instrumentos.

 

Si estás ahora en este sitio es porque ya tienes la motivación. La actitud positiva ante nuevas propuestas de aprendizaje es el combustible inicial para que las herramientas trabajen.

 

Y en este punto, en definitiva, estamos pidiéndote una actitud positiva ante tu proceso de superación intelectual.

 

EL EFECTO PIGMALIÓN

Todo está en la actitud... lo saben hasta las ratas.

 

En la Universidad de Harvard, hace varios años, el doctor Robert Rosenthal, llevó a cabo una extraña serie de experimentos con estudiantes y ratas.

 

Se realizó con tres grupos de estudiantes y tres grupos de ratas.

 

Al primer grupo de estudiantes se le dijo: "Han tenido suerte. Trabajarán con ratas genios. Fueron criadas en base a su inteligencia brillante. Llegarán al final del laberinto antes de un parpadeo, y comen mucho queso, por lo que tendrán que tener una provisión importante".

 

Al segundo grupo de estudiantes se le dijo: "Trabajarán con ratas promedio. En un tiempo normal para casi todos los animales, llegarán al final del laberinto, y comen una proporción considerable de queso. No se puede esperar mucho de ellas, apenas un comportamiento normal".

 

Al tercer grupo: "Les ha tocado ratas torpes. Si llegan al final del laberinto, será de pura suerte. Casi con seguridad no pasarán las pruebas. Son obtusas, de rendimiento muy bajo. Quizá ni necesiten comprarle queso. Sólo pongan un letrero al final del laberinto, que diga: "queso".

 

Durante seis semanas, los estudiantes llevaron adelante el experimento, bajo rigurosas normas científicas. El resultado fue que las ratas genios respondieron como genios. Las ratas promedio llegaron a su meta, pero sin ninguna velocidad excepcional. Y, por el contrario, las ratas idiotas demostraron su idiotez. El rendimiento de éstas últimas fue deplorable. Alguna que otra llegó a la meta, pero pareció hacerlo por simple azar.

 

Lo interesante del experimento es que no había ratas genios, ni ratas promedio, ni ratas estúpidas. Todas eran iguales, de la misma camada. A todas se las había tratado y alimentado, antes del experimento, de la misma manera. La única diferencia parece haber sido la propia actitud de los estudiantes que participaron del experimento.

 

Cabe explicar el fenómeno diciendo que las ratas también tienen actitudes, y captaron la actitud de los estudiantes, porque la actitud es un lenguaje universal.

 

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